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Creando estilos de vida sanos

Si hubiera seguido así, ya estaría muerto": el efecto del 'chemsex' en los jóvenes

Frecuentó estas sesiones siempre con él, habían decidido tener una relación abierta, pero solo mantendrían sexo con otras personas en presencia del otro, así que las sesiones eran un lugar apto para la pareja. “Él tenía más experiencia, yo soy más retraído para esto, me cortaba mucho. No estaba muy acostumbrado a drogarme a esos niveles y a veces iba muy desfasado”. Reconoce que ha tenido muchas relaciones de riesgo, en los chill no se utiliza preservativo. “En ese momento te la p ela todo, luego ya te arrepientes al día siguiente”. Las sesiones pueden surgir de manera esporádica, como cuenta Miguel, unas horas más, después de una noche de fiesta, en las que varios amigos y conocidos se juntan en una casa para tomarse la última copa “y lo que surja”. Otras se organizan con más tiempo, y en la mayoría de ocasiones vía Grindr o Scruff, aplicaciones móviles para conectar chicos gais. “Scruff es más para follar, Grindr para más cosas. La gente suele tener todas en su teléfono. Si conectas Scruff en la plaza de Lavapiés (Madrid) un martes por la noche puedes ver como a tu alrededor hay cinco sesiones al mismo tiempo. Hay todos los días a todas horas”. Habla Carlos (nombre ficticio), un chico homosexual que acabó mudándose fuera de Madrid cuando se dio cuenta de que este tipo de prácticas podrían acabar con su vida. “Tenía mi trabajo, me iba bien y me enganché con esta mierda. Perdí mi curro y casi me muero. Tuve que irme de Madrid. Me llevé muchas veces al extremo, si hubiera seguido, ya estaría muerto”. Llevaba muchos años, y muchas sesiones. “A veces iba con gente que conocía y otras con gente que no conocía de nada. Dejas de ver a tus amigos, pierdes el trabajo, gastas mucho dinero..., lo que antes hacía el viernes o el sábado, de pronto te ves haciéndolo un miércoles y piensas: ¿Cómo cojones he llegado yo aquí?”. Algunas de estas fiestas duran días, suelen ser en casas particulares, aunque se pueden organizar en hoteles o en casas rurales. Miguel cuenta que un día fue a una en un hotel en la que habían contratado a un amigo suyo escort. “Me dijo que no le quedaban cervezas, ni comida y que estaba agotado. Me pidió que le llevara comida. Eran las cinco de la tarde de un día de diario. En la habitación del hotel había 5 personas en una cama manteniendo sexo. Cuando yo llegué él se salió y me pidió que entrara en la habitación a darle un poco de cancha. Pero entré, vi aquello y le dije que no. Le di un poco de apoyo moral y me fui”, recuerda. El número de participantes no suele ser mayor de diez. A veces se reúne solo una pareja, empieza, y va llamando a más gente. Lo anuncian en Grindr o Scruff y a quien le apetece y reúne los requisitos, se apunta. “Edad, condiciones físicas, tamaño del pene..., cada uno pone las condiciones que quiere”, cuenta Miguel. Carlos habla claro, “el físico importa siempre, sin foto no vas a ningún lado. Yo mismo no invitaría a nadie sin verle”. Aunque la realidad, comenta, “es que cuando estás colocado tu límite de preferencias físicas se amplía bastante, llega un punto en el que te da todo un poco igual”. “La fantasía de todo el mundo es que tu casa se llene de activos y pollones. Pero luego ni hay tantos activos, ni tantos pollones, ni nadie es tan guapo, la gente es normal”. Se buscan más activos porque el consumo de drogas a veces dificulta la erección, así que el activo se convierte en un bien muy preciado. “Al final por mucha Viagra que tomes, si no comes en dos días es muy complicado que el cuerpo reaccione”. Cada uno adapta las fiestas a sus preferencias, hay algunas en las que se especifica que nada de 'slam' (drogas inyectadas por vía intravenosa) o se especifican la preferencia por el 'fisting' (introducir el puño por el ano) y se organiza en torno a ello. “Si a ti te gustan las cosas que son un poquito más especiales lo avisas antes de que nadie vaya a la sesión, si no, imagínate que no te gusta el scarf, vas a una casa y está hasta arriba de mierda. Pues te marchas”, explica Carlos. En una sesión de 10 hombres es frecuente que haya tres manteniendo relaciones y 7 drogándose, charlando o enganchados con el teléfono. Suele haber buen ambiente, aunque el consumo de drogas a veces produce paranoia. Lo más frecuente es que los participantes tengan más de 30 años, aunque la tendencia cada día acoge a los más jóvenes. “A lo mejor es porque buscan algo diferente, dar una vuelta de tuerca”, dice Miguel, que achaca parte del éxito de estas fiestas a la hipersexualización en el entorno gay. “Me parece que todo se está llevando a lo superficial, a lo físico. No eres nadie si no te sacas tu selfie con tu torso desnudo, o si no tienes el cuerpo perfecto. En mi ciudad cada vez veo menos locales de ambiente para bailar y cada vez más de sexo: