Las fiestas decembrinas me traen malos recuerdos
Tengo 22 años y, aunque mucha gente espera con ilusión la Navidad, para mí sigue siendo una época complicada. Cuando era niño, mi tío alguien en quien todos confiaban me hizo daño. Nadie lo sabía, y durante muchos años yo tampoco supe cómo nombrarlo. Solo sabía que cada diciembre me empezaba a sentir raro: me ponía nervioso, evitaba las reuniones y me inventaba excusas para no ir a casa de ciertos familiares.
Hoy ya estoy en terapia y he logrado entender mejor lo que pasó, pero las fiestas siguen removiendo cosas dentro de mí. A veces basta con escuchar una canción navideña o ver la casa decorada para que mi cuerpo se tense sin que yo quiera. Son momentos que se mezclan con recuerdos que intenté guardar muy hondo. Me cuesta explicar por qué me pongo triste o apagado, porque desde afuera parece que debería estar feliz, pero por dentro siento una mezcla de miedo, nostalgia y enojo.
También me pesa la idea de la “familia perfecta” que aparece por todas partes en estas fechas. Esa imagen me recuerda lo mucho que me costó sentirme seguro dentro de mi propia familia. Aunque ahora estoy rodeado de personas que me apoyan, diciembre saca a la luz heridas que todavía cicatrizan.
Lo que me ayuda es permitirme vivir estos días a mi manera: no ir a reuniones que me hacen daño, pasar tiempo con amigos de confianza, ver películas que me calman o incluso viajar para cambiar de ambiente. Todavía me confundo pensando si ‘debería’ estar mejor, pero estoy aprendiendo que está bien sentir lo que siento. Sobreviví a algo que nunca debió ocurrir, y es normal que ciertas fechas me afecten.
Si alguien más pasa por algo parecido, me gustaría que supiera que no está solo. Cada uno lleva su propio ritmo, y cuidarse también es una forma de celebrar la vida
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