Dejar de fumar me devolvió la vida

Empecé a fumar a los 17 años, en la preparatoria, porque todos mis amigos lo hacían. Nunca pensé que aquello que parecía algo ‘social’ se convertiría en una cadena que arrastraría por 25 años. Al principio eran dos o tres cigarrillos al día; después llegaron a ser más de una cajetilla. Me despertaba tosiendo, me faltaba el aire al subir escaleras y vivía con dolor de garganta constante.

En 2022 tuve una bronquitis severa que me llevó al hospital. El médico fue claro: si no dejaba de fumar, mi salud seguiría deteriorándose. Fue entonces cuando decidí intentarlo en serio. Busqué ayuda profesional, combiné terapia psicológica con tratamiento farmacológico y, aunque los primeros meses fueron un reto enorme, cada pequeño avance me daba más fuerza.

A los pocos días, noté que podía respirar mejor. Después de algunas semanas, recuperé el sentido del olfato y el sabor de los alimentos. Ahora, dos años después, me siento más activo, hago ejercicio con mis hijos y no recuerdo la última vez que tuve una tos persistente. Dejar de fumar me devolvió la vida… y también me dio más tiempo para disfrutarla