Era lo que todos querían ver, pero no era yo
Todo empezó cuando tenía 14 años y abrí mi cuenta de Instagram. Al principio solo quería compartir cosas divertidas, pero pronto me di cuenta de que ciertas fotos, ciertos filtros y ciertos comentarios tenían más ‘me gusta’ que otros. Entonces, empecé a adaptar lo que publicaba. Cambié mi ropa, mi manera de hablar, hasta la música que decía que escuchaba. Ya no subía lo que me gustaba a mí, sino lo que sabía que a los demás les gustaba.”
“Con el tiempo, me convertí en una especie de personaje. Mis amigos decían que tenía un perfil ‘perfecto’, pero nadie sabía que detrás de cada foto había mil dudas, inseguridades y comparaciones. Me tomaba decenas de fotos hasta escoger una. Borraba publicaciones si no llegaban a ciertos ‘likes’. Sentía ansiedad cada vez que subía algo. Revisaba el teléfono cada cinco minutos.”
“En la universidad, eso empeoró. Me esforzaba tanto por ser la chica ‘agradable’, la que siempre decía que sí, la que estaba disponible, que terminé agotada emocionalmente. No sabía decir que no, y siempre estaba tratando de evitar conflictos. Me daba miedo que alguien pensara mal de mí.”
“Tuve una crisis de ansiedad en segundo semestre. No me sentía yo. Sentía que vivía para agradar, no para ser feliz. Empecé terapia y fue ahí donde conocí el término ‘fawning’. Lloré cuando la psicóloga me lo explicó. Me vi completamente reflejada.”
“Desde entonces, he ido soltando poco a poco la necesidad de aprobación. Dejé de seguir a cuentas que me hacían sentir insuficiente. Ahora publico lo que quiero, cuando quiero. He perdido seguidores, pero he ganado paz. Hoy puedo decir que me gusta más la persona que soy fuera del celular, y eso antes no lo podía decir.
|