Creando estilos de vida sanos

Perdí todo por el alcohol, pero lo recuperé todo al dejarlo

He perdido casa, familia y empleo, una y otra vez.

Mi mujer me mandó al carajo porque perdí un buen trabajo por alcohólico. Cuando me abandonó mi mujer me fui a vivir a casa de mi mamá. Durante seis meses seguí medio trabajando y chupando de a madre hasta que terminé tomando en la calle. Un día estaba en un parque donde se juntaba el escuadrón (alcohólicos en situación de calle) y un tipo que me estaba invitando el alcohol me dijo que me fuera con él a buscar qué comer. Llegamos a una plaza en donde un pastor religioso regalaba comida y daba su prédica. Me impactó tanto lo que dijo que terminé llorando, me llegó; me dio su tarjeta y me dijo que me podía ayudar. Me fui a mi casa a dormir. En la mañana me lavé los dientes, quebré la última botella que me quedaba de alcohol y me fui a ver al cabrón ese. Durante meses no bebí, me recuperé físicamente y conseguí empleo. Ya no tenía la mínima intención de agarrar la borrachera. Al año de no estar tomando mi mamá falleció; lo bueno que fue en el tiempo que yo no tomaba porque la pude enterrar. Vendí su casa, invertí en tres carretas para hot dogs y me puse a trabajar, chingue a su madre, me puse a hacer billetes.

Al tercer año me conseguí una pinche vieja loca como yo: orgullosa y deliberada. En el quinto año de trabajo me di mis primeras vacaciones de 10 días. Una tarde fui al OXXO, agarré dos pinches six de cerveza y me los chingué ahí en el estacionamiento. Luego me fui a mi casa y como tenía botellas guardadas que me habían regalado durante años, destapé una… y otra, y otra, y otra. Pasaron diez días y ya no regresé al trabajo. En dos años le partí su madre a todo: vendí una moto, los remolques, los carros y por último la vieja se fue. Ya no tenía ni dónde vivir. Con mi último dinero agarré un autobús a Puebla con una vieja que conocí. Pensé que la volvería a hacer, pero no, volví a hacer las mismas pendejadas, dándole largas a la vieja para trabajar, haciendo mi desmadre y mamándome (emborrachándome). Me aguantó tres años, hasta que un día que llegué a la casa encontré mis pinches maletas en la puerta y me fui de regreso a mi casa. Busqué a mis amigos de siempre, igual de chupadores que yo, y seguí tomando otros dos años. Un día que no bebí me cayó el veinte: ya no estaba a gusto tomando ni cuando estaba sin el trago. Ya no me satisfacía, ya las fantasías de que la iba a hacer, de que era un chingón, ya no regresaban, era puro sufrimiento. Una mañana le robé dos botellas a un amigo con el que me quedaba a vivir y me fui caminando hasta el taller de unos primos. Les vendí una botella y me chingué la otra. Al día siguiente, ya que no había trago y que estaba todo tembloroso, salí en busca de ayuda.

Duré otros dos años sin tomar, pero en ese tiempo siempre le estuve rascando los huevos al tigre, iba a cantinas sin beber, pero estaba ahí porque para mí la cerveza y estar entre las putonas es lo máximo. Otra vez destapé la botella y otra vez me rompí la madre. Y otra vez a volver a empezar en busca de ayuda. Soy un enfermo alcohólico desde hace 25 años.